Esta es una pregunta importante que se le hará a cualquier meditador o coordinador de grupo. Con frecuencia comenzamos a sentirnos tan relajados después de decir el mantra durante un rato, que el mantra puede parecernos una interrupción en la paz y tranquilidad que estamos experimentando. Pero si abandonamos el mantra, sucede que o perdemos esta sensación de paz o nos quedamos en un sopor, en un “flotar sagrado” o una “paz perniciosa” como la llamaban los ermitaños del Desierto. Se la llamó perniciosa porque en realidad ya no estamos orando/meditando, y no tenemos oportunidad de darnos cuenta de la presencia de Dios en el centro de nuestro ser. Cuando abandonamos nuestra palabra-oración, solamente estamos disfrutando de los resultados de la relajación y permanecemos en la superficie de nuestro ser. Sí, es hermoso sentirse relajado y abandonar nuestras preocupaciones diarias y el estrés, pero ya no estamos meditando. Cuando sales de una sesión de este tipo de meditación, puedes sentirte relajado, pero un poco adormilado, no completamente “allí”, pero cuando has estado meditando correctamente te sentirás alerta, concentrado y energizado.
Puede haber momentos durante los cuales somos elevados en espíritu y no somos concientes de nada incluso ni del mantra. Pero eso es algo sobre lo que no tenemos control. Es un puro regalo de Dios, una gracia. Conscientemente no podemos hacer que esto suceda.
John Main enfatizó: ´Repite tu mantra todas las mañanas y todas las noches durante cerca de veinte a treinta minutos. Luego una mañana o una noche de pronto te percatas que no estás diciendo tu mantra. Tan pronto como te des cuenta que no lo estás repitiendo, comienza a repetirlo de nuevo. Esos momentos podrían ser una fracción de segundo, tres minutos, toda la media hora. Pero si te das cuenta que durante toda la media hora no has estado repitiendo tu mantra, puedes estar seguro que no estuviste meditando, has estado haciendo otras cosas. Un principio muy importante que debes tener en claro es: “Repite tu mantra hasta que no puedas decirlo”.
Tan pronto como te percates que no la estás repitiendo, repítela nuevamente. El modo en que la antigua tradición monástica expresaba esto era el siguiente: “El monje que sabe que está orando no está orando, el monje que no sabe que está orando está orando”. Repite la palabra tan desinteresadamente como puedas: Ma-ra-na-tha. Y continúa repitiéndola durante todo el tiempo de la meditación. Vuelve a ella si la abandonaste. No te preocupes por las distracciones, solo continúa repitiendo la palabra” (John Main – The Hunger for depth and meaning).
John Main también explicó que existe un proceso de cambio gradual en el modo en que repetimos nuestro mantra. Al principio repetimos el mantra en nuestra mente con un cierto grado de esfuerzo, volviendo a él suavemente cada vez que nos alejamos a nuestro mundo de pensamientos. Luego con el tiempo realmente no la repetimos más mentalmente, suena sola y nosotros la escuchamos con toda la atención de nuestro corazón. Finalmente se convierte en parte de nuestro ser y suena por sí misma en nuestro corazón.